Es el siglo XXI. El de las películas. El de los trajes apretados, las naves espaciales y las pistolas láser. Es la época en que nadie es pobre, ni existen las pestes ni las guerras.
Yeah, right.
Siempre se dice que la tecnología nos hace vivir más y mejor. Claro, la tecnología. Pero nosotros mismos nos hacemos cada vez más el harakiri, en lo que a vida (como en “ser vivida”) se refiere.
Hace unos años, cuando todavía este país era caminos de tierra y españoles recién llegados, los hombres tomaban aguardiente y salían a cazar a los cerros. Las mujeres se juntaban e inventaban juegos, canciones y tocatas-unplugged-coloniales a la luz de las velas. Los niños hacían sus propios juguetes. La gente conversaba más, se juntaba más.
Vivía más.
¿Estamos en una época de esplendor? Mmmmsi, hasta cierto punto. Las comunicaciones les gritan directamente a cada una de nuestras neuronas. Estamos hiperconectados. Lo sabemos todo. Lo vemos todo. Vivimos más… pero vivimos mucho menos a la vez. Como dice ese comercial “De la pega a la casa, de la casa a la pega”. Todo el día trabajando y mirando como zombie un computador; con el teléfono pegado a tu oreja o en reuniones, entretenidas a veces, pero que al final del día no te significaron nada más que perder 2 horas con tus amigos o familia, porque sólo conseguiste que tu empresa o tu jefe o, por último tú, ganaras más plata.
Vivimos codo a codo con nuestros compañeros de oficina, pero no sabemos casi nada de sus vidas. Estamos más tiempo con ellos que con nuestros amigos, pero en su cabeza no somos ni comparables con los yuntas de fin de semana que ellos tienen. Y viceversa.
¿Estamos cada vez más comunicados, o cada vez más expuestos? No puedo creer que de las 24 horas, durmamos 8, estemos 4 o más haciendo trámites (léase ducharse, vestirse, lavase los dientes, transportarse hacia o desde el trabajo)… y apenas nos queden unas 4 o 5 horas al día, si es que no saliste tarde de la oficina, para poder disfrutar.
Para poder vivir.
Y claro, llega fin de semana y te das cuenta de que vives 2 de cada 7 días. O llega fin de mes y te compras tu Ipod o la chaqueta que te gustó o viajas o terminas con las manos llenas de algo que te deja embobado un rato más… pero es un ratito nomás. Y la vida sigue.
Haces planes para viajar a Cancún, pero estás 4 meses esperando que esto ocurra. Y cuando lo hace, ZOOM!, se va en 7 días. Y pasas 11 meses más pagándolo.
1 hora en un restaurante, 3 horas de trabajo.
1 sofá, 1 semana de trabajo.
7 días de viaje, 1 mes de trabajo.
¡1 auto, 4 meses de trabajo!
…
This is your life. And it`s ending one minute at a time.
This is your life. And it`s ending one minute at a time.
This is your life. And it`s ending one minute at a time.
This is your life. And it`s ending one minute at a time.
O como dijo Lennon, “La vida es lo que te está pasando mientras estás ocupado haciendo otros planes”.
¿Existe alguna solución? Claro, ganarse el loto. O vivir asumido. O ser un hippie. O vivir el día a día. O ser un patiperro. O sacar la vuelta. O ser un paria de la sociedad. Porque ni siquiera trabajando en algo que te gusta (como es mi caso), ganando premios y fama y plata; nisiquiera así terminas diciendo “pucha que rica mi vida”.
No porque eres infeliz. Sino que porque siempre quieres más. Siempre buscas más… Pero la plata no es la solución.
Vivir más, es la solución.
Pero, once again, estás frente al computador pensándolo y no hay forma de salirte de esto. De la vida que te armaste o que te armaron.
No hay forma de “vivir más”.
No hay solución.
You are in the system.
You ARE the system.
…
Where is the matrix? Right here, my friends.
Always. All around.
8.6.05
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
Exacto! Y ojo que no lo escribi con aire pesimista ni nada. Es una lástima darse cuenta que estás metido en "La Matriz" y no hay salida, no?... En fin. Infelices no somos, pero pucha que dan ganas a veces de ser pescador en Tahiti.
Publicar un comentario