10.5.05

Internal monologue

La locura peguística pasó. Por el momento (toco mousepad). Así que me doy el lujo de escribir un rato en mi cozzy place.
Leyendo mis últimos posts, me he dado cuenta que el poco tiempo que he tenido ha mutado a este blog en un diario de vida (y bien poco relevante, la verdad), por sobre lo que siempre quise: un lugar para meditar.
Ahora tengo tiempo para hacerlo, finally!

La Rucia me mandó un email desde Shangai, con MPG en 360 grados de la vista de su departamento atachado. Que increíble que recién lleven 3 días allá y ella ya esté con su vida cuasi armada: en clases de mandarín y todo. Aunque, claro, estando en China (que por el idioma y la escritura vale lo mismo que estar en Plutón), es más que vital tomar una clase ASAP. Onda para sobrevivir!
Y en SCL, nada nuevo. En el gym ya entré a mi etapa de perfecto-estado-fisico, pero la guata todavía me hace burlas desde allá abajo. Así que, lamentablemente, llegó la hora de cerrar la boca y dejar los picoteos peliculeros. Con el ejercicio no la derroté.
En la oficina ya estoy afianzado, así que puedo comenzar con la “etapa 2”: ganar premios y buscar subir más. Es difícil, como en toda agencia grande, pero tengo el plus de haber sido contactado originalmente por la Head Hunter para ser Director Creativo, así que ojalá que todo resulte bien. Sobretodo porque ahora queremos tener la segunda guagua, así que no me vendría mal más plata.
Aunque… Es raro eso de los sueldos. Cuando partes crees que con x plata vas a estar feliz, pero apenas llegas a eso, te pica el bichito de ganar más, y más y más…
Mi trabajo tiene la ventaja de que, si eres bueno, puedes ganar fácilmente lo mismo que un abogado o un médico, pero por lo mismo –sumado a la competencia de premios y la batalla campal de egos que tiene esta profesión-, siempre estás mirando para arriba.
Por lo pronto no me quejo. Con 28 años recién cumplidos, cambié el auto por un cero kilómetros, compré un departamento gigante y nos fuimos de viaje, todo en menos de 12 meses… Así que, pensándolo bien, debiera hacer un chill out interno y preocuparme de otras cosas.
Como de pasar el máximo tiempo posible con Sebastián, que está en la etapa “mi papá es mi héroe”, que sé que dura poco. La semana pasada en el jardín tuvo que dibujar a la familia y a mi me hizo cabezón. Eso –además de que es cierto-, según la tía, es que me ve como alguien “ingenioso” o con mucha imaginación. Y claro, cuando jugamos hacemos disfraces, inventamos canciones y nos revolcamos en el suelo como si los dos tuviéramos 3.

El unico gran pero en toda esta vida, son los amigos. Primero, cuando me puse a trabajar, dejé de ver tanto a todos los que seguían estudiando. Y se entiende que, cuando empiezas a ganar plata, quieres hacer más cosas que tomarte una chela. Después, al casarme, todos los amigos-solo-de-carrete (esos que no sirven para conversar o juntarse a hacer nada, léase Manduja), desaparecieron.
Y luego la actitud “me voy a sacar la cresta para surgir” terminó por dejarme casi sin amigos.
Recién ahora estoy empezando a armar un grupo entretenido. Pero no es fácil! El trabajo de la semana, coordinar tiempos, los hijos, hacen super difícil tener ese “yunta” que dejé de tener.
En fin. Son etapas, supongo.
Así que ahora vuelvo al trabajo (la secretaria de Martín lo va a despertar para presentarle la campaña -¿!-), así que nos escriibrmos luego.
Y sorry por lo latoso, pero anótese como el intro a este nuevo año (mis años empiezan después de unas vacaciones). Así que hasta tumorrou.

2 comentarios:

Black Mamba dijo...

León....siento informarte que no me gustó tu post. Lo encontré superficial y demasiado preocupado de cosas "emíferas"
La gente y las amistades se cultivan, no se cambian como mueble viejo.

:: ritalin :: dijo...

Tal vez me expliqué mal (o resumí demasiado), pero cuando te das cuenta que un amigo está contigo sólo para pasarlo bien o carretear y no hay ninguna preocupación ni amistad real detrás... no es tu verdadero amigo. Tampoco cuando no entienden que alguien que tiene un hijo no puede sólo "carretear". La amistad no es sólo eso.
Llega una etapa en que, con un trabajo absorvente como el mío, con un hijo y una familia en quien repartir tu escaso tiempo, ese tipo de amigos superficiales o amigos a medias no tienen cabida. Los amigos que quedan -los pocos amigos-, son los que están contigo sea carreteando o en tu casa tomandote un vino. Los que te llaman, los que están cuando estás mal. Los amigos de verdad.