19.9.05

Viudo dieciochero

Después de un almuerzo con cueca de fondo, bien regado y bien conversado, armé mi bolso y volví de Isla de Maipo a las 21.00 en punto.
Rápido. Sin anestesia.
Quedé medio achacado, I must say. Imaginense ver a Sebastián con un sombrero pirata y garfio (las dos cosas de papel de diario) haciéndome chao, mientras la Mopa y su cuasi pololo Toti (el salchicha de mi primo) me miraban y movían la cola -o el chongo en caso del butifarriento can), todo al ritmo del “adioooos, adiooooos” de la Romi y su guata. O, perdón, la Romi y José Tomás León, ex martín ex attachment ex piriguín.
Puse EBTG en el camino y disfruté recordando los dos días que pasé en la parcela. Fueron dos días de relajo, conversa, risas, comer, tomar, leer (¡casi me termino el libro!, 370 páginas en 2 días) y disfrutar a mi familia. Luego de años, encumbré un volantín. O tres, mejor dicho: el primero se rompió, lo arreglé con servilletas (buuuuuu, el volantín fantasmaaaa), pero los perros pasaron encima y se acabó su vida de zombi; el segundo, un piñufliento cometa de la coca-cola (no había de Pepsi, qué quieren!), se fue volaaando volando con las 250 yardas del hilo, porque yo juraba que venía pegada la punta al carrete o algo... pero noup... y el tercero, que quedó en la parcela y según decía hoy sebastián "nadie quiere usar conmigo y tirarlo al cielo".
Snif.
Llegué a mi silencioso departamento con una película bajo el brazo (The Cube, que veo hoy) y echando de menos a todos. Me pelié con la secadora de ropa, me comí unas cabritas de microondas viendo SNL grabado y me acosté acurrucado, aunque tenía todo el espacio para mi.
Como esperando un languetazo o un besito de Sebastián o un cariño en la oreja de la Romi.
Sniiiiif!
Soy un viudo dieciochero, y no me dieron ganas del tikitikiti ni del takatakata.

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