Porque esta semana me pasó. Big time.
El martes, por ejemplo. Lunch en el Due Torri.
¿Motivo? El ofrecimiento para cambiarme de agencia.
Machas a la parmesana, cabernet y pasta para masticar mi decisión y los nervios.
Más plata, claro. Y el ofrecimiento de Dirección Creativa en un plazo establecido…
Pero siento que todavía no es el momento. Todavía no logré lo que vine a lograr.
La Romi. La guagua. Sebastián. Mi carrera.
Todos me decían D-e-c-í-d-e-t-e. Now.
…
Hasta el postre no sabía qué decir…
Pero decidí pasar.
No.
Gracias, pero no.
Al menos no todavía.
Dos. El miércoles. La despedida de Richi y la Yorka.
Me tocó emocionarme entre cerveza japonesa, sushi y mariscos a la plancha. Esta vez, la mezcla vino con risas y despedidas y abrazos. Soul attach con soundtrack japonés y discursos sentidos.
Tres. Jueves. Comida tardía (odio la palabra “cena”, aunque sea la correcta) con la Romi. Luego de una semana infructuosa de la mano del Bendito Seas, y un cuasi trasnoche obligado, disfruto de mis rolls del Akai con la Romi, su guata movediza y una conversación de aquellas.
No “de aquellas”. Sino que de aquellas. De las que tenemos la Romi y yo. De las que disfruto por el sólo hecho de estar los dos solos tomándonos una Pepsi (sí, tomo Pepsi) y comiendo sushi y riéndonos de la nada y mirándonos.
Amor y sushi y relajo y felicidad.
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Y hoy, , para terminar la semana, desayuno con el staff de Megavisión para la entrega de nuestro premio por Campanario. Mi comercial del Cachorrito Callejero ganó el MegaSpot mejor comercial de Julio/Agosto y disfruté el triunfo y el orgullo del trabajo bien hecho con una taza de café cortado bien dulce, pastelitos árabes, fruta, tapaditos y mucha conversa.
Emotional rollercoaster, el de esta semana. No llovió, ¿vieron?. Salió el sol. Fade out para una semana que me dejó mucho que pensar y mucho que recordar.
Buen finde. Nos vemos el lunes.