23.4.12

Río de Janeiro, día 1

La afonía producto del Karaoke del sábado, dio paso a un resfrío que no me
dejó en todo el día. Parezco Rodolfo el Reno.
Son las 11.41 del primer día completo en Río, y la cosa partió así:
1. Una dormida de más de 8 horas, sin perros en los pies ni despertadores
chillones. Simplemente abrir los ojos, luego las cortinas, luego la ducha.
Y salí a desayunar como sólo en Rio podría hacerse: mucha fruta tropical,
mucha sonrisa perlada, mucha gente corriendo más allá de la ventana,
frente al mar. 2. Luego enfilar a Pan de Azucar, maravillarse del paisaje, ver a lo lejos
el Cristo Redentor rodeado de nubes oscuras y tronares lejanos -menos mal
que Cruncho me convenció de ir otro día-; y luego volver al hotel.
3. Revisar unos mails, ver el reloj y recordar que la primera jura parte a
las 14,30. Son apenas las 11.30 cuando vuelvo a salir, caminando
tranquilamente por la costanera hacia Ipanema. No pretendo llegar hasta
allá -son más de 3 kilómetros-, pero sí disfruto a la gente que corre
feliz por la calle- cerrada por hoy-, juega en la arena fútbol ó boley, y
conversa animadamente en las sillas arrendadas ó las mesitas de los
"postos", tomando "coco gelado", "cerveijas" o comiendo algo.
4. Quien lo diría, son las 13,00 y llego hasta el final de Copacabana.
Unas cuadras antes, me saco las chalas, me voy caminando por la arena y
todo el agua. No es tibia como en el caribe. Apenas como en el norte de
Chile. Y ya me he sonado como 12 veces desde que salí. Rashos.
5. Posto No.6, el último de la "praia". Pido un coco gelado y camarones
fritos, muy crocantes y con limón. Los camarones demoran. Pido otro coco
gelado. Me ofrecen joyería artesanal, me piden plata, pasan perros que
ladran y gente loca que grita cosas. Disfruto todo tranquilamente. No me
como todos los camarones. Me voy a arrepentir más rato. Pago 40 reales
(unos 20 dólares).
6. Luego un taxi de vuelta, y comienza la jura. Ruda la jura. 168 piezas,
de las cuales vemos casi todas. Pocas piezas chilenas. Algunas pasan sin
pena ni gloria. Muchísimas brasileñas, y casi todas en portugués.

Me como un sandwich con la última deliberación. El rollo completo de
confort que me traje en algún momento ya se acabó, y mi nariz se siente -y
se ve- como la de un payaso. Fuck. De salir, ni hablar.

Así que mi día termina alegandole a Entel que no tengo Roaming,
conversando con la Romi por Skype, viendo el último capítulo de Mad men en
cama y comiendo un chocolatito suizo. Y harta agua, que mañana sigue más
rudo aún.

Posted via email from Ritalin.

Rio de Janeiro, día cero

En las últimas 4 semanas, he estado filmando un comercial en Santa Cruz de
la Sierra, atendiendo el summit regional de McCann Worldgroup en Ciudad de
México y hoy, como jurado en el Wave Festival en la categoría Cyber, en
Rio de Janeiro. Y entre tanto subir y bajar de aviones, armar y desarmar
maletas y ponerme al día con la family y la pega, he tenido botado este
lugar.
Pero hoy terminé agotado el primer día de Jura, son las 11.28, acabo de
terminar de ver el nuevo capítulo de Mad Men, y mi nariz es como la de
Rodolfo el reno gracias al maldito aire acondicionado de los aviones, los
hoteles y los taxis.
Así que me voy a dar el lujo de hablarles de Rio.
Nunca había venido. Y si bien la ciudad me recibió con lluvia, el "frío"
no bajaba de los 20 grados. Con short y polera, apenas alcancé a darme una
ducha en mi pieza -sacada como de una canción de Sinatra o un capítulo del
mismísimo Mad Men-, ponerme algo más de "adulto" que mis chalas naranjas y
mis shorts, y enfilar al lobby. De compañeros de viaje, Marcelo Con y Sra.
Y Cruncho. Tres jurados. Cuatro chilenos patiperros caminando por la
ciudad que lloraba quizás por qué.
Fuimos a un restaurant llamado "Antiquarius". De decoración más bien
antigua y fea, el servicio dejó ver rápidamente que no era barato. Las
caipirinhas y el picoteo que llegaba sin parar -pancitos, quesitos,
empanaditas y diminutivos varios que nos hicieron dudar si realmente había
una carta.
Pero sí la había. Y el recogedor de migas del mozo, de un dorado perfecto,
nos auguró que la cosa era ruda: cerca de 35,000 el plato de camarones y
mariscos varios, que por pudor lógico dividimos entre dos. Aun así, no
salió menos de 100 dólares por cada uno.
Pero qué tanto, si es Rio. Y la lluvia se acabó. Y ahora caminamos por
Copacabana felices de la vida, conversando y mirando todo con los ojos
bien abiertos. Ninguno había venido, así que los racimos de coco en cada
kiosquito de la playa -la mayoría cerrados-, la gente paseando a las 10 de
la noche a pie pelado y la cantidad de gente corriendo; todo eso, nos
pareció fantástico.
Una última parada, a uno de estos kiosquitos. Cuatro cervezas de medio
litro, otro poco de conversación, y esa sensación tan rica de haberlo
pasado increíble, durante mucho rato, y todavía ni son las 12. Osea, hasta
con una buena dormida.
Mi cama gigante, mi agenda de mañana y un chocolatito suizo esperando,
fueron el último sabor del día cero en una ciudad con aroma a mar tibio,
limón y arena.

Posted via email from Ritalin.