Para relajarme, prefiero los sábados. El domingo tiene la semana en lontananza. El sábado, en cambio, tiene el relajo matutino y la certeza de buena compañía por la noche. Así hoy me saco los zapatos, veo a los niños reírse con los pies en el agua -heladisima todavía- y hago un te helado para dos, poniendome al día con mis revistas, mi sueño y la familia.
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