Luego de 15 días non-stop, con la máquina devorándose las 3 mejores semanas
del año (esas con feriados, fiestas de fin de año, paseos familiares y calor
digno de piscina refaccionada), hacer un control+Q y venirse a Lima a dar
clases por 4 días es el Spa mental que mi calva cabeza necesitaba. Desde el
viaje mismo -benditos cupones de upgrade-, con un desayuno que no pareció
muy de avión, películas y series especialmente seleccionadas en mi iPad para
el viaje de 4 horas... Hasta la llegada a una ciudad con viento suave y
amable. 25 grados que me hicieron cambiarme a shorts, y que me tatuaron una
sonrisa mientras mis 2 simpatiquísimas anfitrionas de la IAB me llevaban al
Osaka. Mi primer pisco sour del viaje, seguido de una tropa de exquisiteces
Nikeii y postres compartidos.
San Isidro, una ducha larga y relajante, un par de capítulos de Three and a
Half Men... Para seguir con la razón del viaje: de 7 a 9 pm, en un salón de
la Universidad, dictando una clase que para mi es una agrado: publicidad en
el mundo digital, con un curso silencioso y mateo que hizo sólo preguntas
inteligentes. Al volver a dejar mi bolso, me di cuenta -por el movimiento de autos y los
aromas en la calle-, que estaba a menos de dos cuadras de la zona de
tratorías. Así que partí a las 10 pm a uno de los restoranes de la zona: el
pisco sour de rigor, pan de ajo; seguido de Spaguetti pomodoro con
camarones, una copa de malbec argentino... Y una atención como sólo hay en
Lima. Son las 23,14 de acá. Una y cuarto en Chile. Casi 20 horas levantado, y con
un relajo tal- las clases son en la tarde y al almuerzo ya estoy invitado a
La Mar-, que me hacen confirmar que el Karma existe. Un viaje así de
relajado y disfrutable, sólo se merece luego de 15 días de sacadas de
cresta. Así que a disfrutar. Y a descansar.
Al fin.
Posted via email from Ritalin.
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