El Día de la Madre de este año estuvo increíble, mes amies.
In-cre-í-ble.
Mi cuñado cerró el restorán para nosotros, así que todos los hombres de la familia nos volvimos un chef, un mozo o un barman del local más ondero de la zona más ondera de Santiago.
A la llegada, mis hermanos chicos –con delantales de colores y bandejas en la mano-, les entregaron a todas las mamás unos arreglos preciosos de rosas rojas.
El Nico no cachaba nada, pero se hizo chupete una bandeja de papitas que tenìamos para los más chicos. Ni supimos de él; jugó toda la tarde con sus primos y tíos.
Yo, me acaparé la barra, puse tango electrónico y serví las copas de Pisco sour hecho por mi viejo mientras llegaban todos.
Una para ustedes... otra para mi. Una para ustedes... otra para mi.
Mientras, atrás, la locura: mis primos y mi viejo apenas y se veían entre el vapor y los chisporroteos. Todos cocinando; todos conversando y riéndose mientras metían mariscos, carnes y pescados en ollas enormes. Cortando, salteando. ¡¿Dónde está la pimienta?!
Un verdadero espectáculo.
Por el otro costado, mis primas y mis hermanos chicos salían por la puerta batiente cargados de bandejas enormes, que iban poniendo en la mesa central.
Caviar. Camarones. Paté de ganso. Salames. Galletitas. Quesos ahumados.
La familia fue llegando de a poco. Las copas se rellenaban y yo miraba todo esto fascinado: sacando fotos al lugar espectacular, la chimenea prendida; los pétalos de rosas rojas adornándolo todo...
De ahí, un aplauso rotundo: Platos gigantes de Curanto (mi abuela es chilota), pescados de Isla de Pascua, carnes asadas y pastas llenaron el lugar de una mezcla de aromas exquisito. Se destaparon vinos –me agarré de mi Porta Select Reserve y no lo solté más-, empezaron los salús y comenzó a correr el caldito del Curanto en enormes tazas vaporosas.
La chimenea encendida, los niños en su propia mesa –de ahí fueron todos a la esquina, al Emporio la Rosa, y volvieron con barquillos-, los grandes celebrando, conversando como nunca (rara vez se juntan mi familia paterna y materna; pero cuando pasa, es increíble lo bien que lo pasamos)… y la Mayi dándome datos de todo lo nuevo de Baires, porque me voy mañana y no me quiero perder nada.
Me acordé de los finales de "The naked chef" en el Travel&Living: pura felicidad.
Broche de oro, café spresso vero-vero, acompañado de un helado de Bailey`s hecho por mi cuñado. ¡¡Exquisito!! Eso, más unos whiskis y rones y salús extra, convirtieron El Día de la Madre en un día inolvidable para todos. Toda la familia junta, todos disfrutando y riéndose y parándose de la mesa cuando ya era casi de noche.
Es que, ¿Hay algo más rico que tener un cuñado con un restorán increíble en el Barrio Lastarria?... ¡¡Sí!! Cerrarlo y hacer una fiesta en familia para el Día de la Madre.
Que al final, fue el Día de Todos. Porque no hubo nadie que no se fuera con una sonrisa en la cara.
Así que, ¡Salud por el "Oda" y salúd por las mamáaas!!
14.5.07
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4 comentarios:
Notable!!!
Es lo mejor, los salús, las sonrisas...
Qué buen relato, sentí las voces, los olores, los platos!!
Me alegro por ti!
Es maravilloso tener una familia así.
Disfruta Buenos Aires!!
C.
Me alegro por ti...pucha, eres como "touch by angels", la vida te sonríe de manera maravillosa.
Abrazote!
Notable, notable día, me sentí una mas ahí saboreando el curanto, y tomando ese pisco sour!!! me imaginé esa película "El hijo de la novia"...no sé por que, por lo del restorant será.
(Pero un detalle, el barrio se llama Lastarria, no "Las Tarrias"...)
eso!!
abrazo.
p.
AAaaaauch!! Falta de ortografía?!... La cambio ahora mismo, jajaja, gracias.
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